[crítica de ‘Paraíso Amor’] Hell: Love

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El amor es el primer pilar en la trilogía de lo monstruoso que Seidl estrena este mes de agosto en España. ‘Paraíso Amor’ es una historia sobre lo grotesco y lo patético del ser humano. La propuesta del ganador en Venecia (‘Días de canícula’, 2001) opta por acercarse al amor, más tarde se aproximará a la fe y a la esperanza, desde una perspectiva más irónica, desengañada y cruel de la que solemos atribuirle. Seidl exhibe la triste y aburrida rutina de una mujer que deja a su también aburrida hija en casa de unos familiares para irse de vacaciones a Kenya. Allí se unirá a un grupo de ‘sugar mamas’ para adentrarse en los placeres del paradisíaco país africano. Aunque es ahora cuando llega a las carteleras, ‘Paraíso Amor’ se estrenó en España en el pasado SEFF´12, al abrigo, precisamente, de ‘Amor’ del también austríaco Haneke, cuya influencia se vislumbra en el trabajo de Seidl.

Paradise: Love. Drama, Austria-Alemania-Francia, 2012, 120 min. Dirección: Ulrich Seidl. Guión: Ulrich Seidl y Veronika Fraz. Intérpretes: Margarethe Tiesel, Peter Kazungu, Inge Maux. Música: Ekkehart Baumung.
Valoración: 6/10

Teresa (Margarethe Tiesel) es una de esas mujeres europeas que viajan hasta Kenya en busca de lo exótico y un poco de diversión. Arena fina, aguas cristalinas, arrecifes, palmeras y atractivos jóvenes de piel negra hacen creer a Teresa que está en el paraíso. Todo es ideal hasta que confunde interés cariñoso con amor, será entonces cuando descubra su soledad y esperpéntica situación.

Hilarante al principio y con momentos de auténtica risa en el retrato caricaturesco de la acomodada sociedad europea y los estereotipos, la cinta tiende cada vez más hacia lo desagradable, lo burdo y lo innecesariamente obsceno. La primera entrega de la trilogía Paradise de Seidl es una historia de necesidades, de carencias. Las del mundo más desarrollado y las de una población en vías de desarrollo y dependiente del turismo y la caridad de los visitantes. Austria y Kenia, Europa y África, el tedio y el paraíso, espacios radicalmente distintos a priori pero iguales si se observan desde el fondo de los corazones de sus individuos.

El realizador austríaco mantiene su estilo clásico y documental para crear una historia de escenas cotidianas en cualquier resort vacacional de exóticos países. Una sátira sobre el estándar de vida centroeuropeo, sobre sus relaciones íntimas y sus a veces ridículas y denigrantes formas de ocio. Queda claro el mensaje de Seidl dibujando un paraíso bizarro y cutre, pero estira la caricatura hasta un extremo próximo a la zafiedad en el que castiga en exceso el falso amor y la falaz felicidad hasta terminar con un chocante declive personal. El exabrupto de la escena de celebración del cumpleaños de Teresa sintetiza la impotencia del quiero y no puedo, que ni el dinero, ni la fanfarria, y ni siquiera el paraíso son suficientes para lograr ser amado.

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